Esta cultura del enfrentamiento en la que estamos inmersos se está transformando hacia una cultura de mutualismo.
La humanidad no es agresiva y competitiva por naturaleza, esta competición la hemos establecido nosotros así que puede transformarse. El mundo en esta etapa lo que más precisa es de cooperación y mutualismo. Somos un organismo funcional con conexiones e interrelaciones dentro del sistema así que atacándonos los unos a los otros, solo conseguimos destruirnos. Cooperando no somos solo una suma de fuerzas sino que podemos crear unas situaciones inimaginables.
Aunque la cultura defendida e impuesta por el neo-liberalismo occidental se sostiene en el antagonismo, cada vez hay más movimientos que defienden el mutualismo y todos ellos coinciden en llevar a cabo un análisis holístico y sistémico. El feminismo que defiende la cooperación como su característica frente al carácter masculino de competitividad, la ciencia de la ecología y el activismo medioambiental que en su discurso incluye la paz, la ecología social, soluciones globales a los retos de hoy, las incipientes teorías de la comunicación que tratan de la retórica invitatoria o la feminización retórica, una defensa del diálogo y deliberación (acuerdos integradoras) en lugar de tanto debate de oposición, cada vez más en uso está la figura del mediador como fórmula de resolución alternativa de disputas para no colapsar la vía judicial.
Parece que ya es aceptado por parte de muchos teóricos que las relaciones antagónicas representan un anacronismo histórico en nuestras sociedades. El militarismo, el nacionalismo, el sectarismo, el racismo, materialismo competitivo, así como otras expresiones de disfunción social, son el resultado de no haberse adaptado a unas condiciones históricas cambiantes. Y si estas relaciones antagónicas o competitivos (cualidad masculina) son contrarias al momento actual, ¿cómo podemos cambiar a una cultura de reciprocidad y cooperación (cualidad femenina)? Muchos están convencidos de que la transición a una sociedad más funcional se está produciendo como cualquier sistema evolutivo con un proceso no lineal y caótico. CAÓTICO!
Según Lazlo, los sistemas sociales como cualquier otro sistema dinámico complejo tienen unos claros límites superiores de estabilidad, que una vez alcanzados o rebosados, producen el colapso de su estructura interna. El caos sustituye al orden, si bien esto no significa aleatoriedad o ausencia total de normas. En muchos casos (aunque no necesariamente en todos) el caos se convierte en la parada obligada antes de llegar a una nueva forma de orden que surge de un rápido cambio de fase llamado “bifurcación”. La nueva variedad de orden suele estar mejor adaptada que la anterior al entorno en el que se desenvuelve el sistema. […] Las posibilidades evolutivas se activan si, y sólo si, trascendemos de nuestras limitaciones interiores, esas que nos encadenan al mundo actual, marcado por sus formas obsoletas de pensar y de actuar.
¡Bienvenidos al caos!