Hablamos el mismo idioma pero a veces no nos entendemos. Y es que hay muchos lenguajes dentro de un mismo idioma. Y muchos momentos dentro de una misma persona.
No es lo mismo cuando hablo con el panadero que cuando hablo con mi hijo. A los dos les hablo en español pero las mismas palabras tienen matices distintos, matices que se han ido configurando sobre la experiencia compartida con cada uno de ellos. Yo/panadero. Yo/mi hijo.
También mi lenguaje se ha ido configurando según mis propias experiencias de vida, adquiriendo cada palabra, cada idea, un matiz determinado.
Podemos entendernos siempre cuando se trata de expresar ideas básicas, cotidianas o superficiales. Cuando se trata de ideas algo más abstractas o complejas, es donde surgen discrepancias. Estas discrepancias si se debaten en el intelecto, pueden resolverse con la lógica. En occidente este lenguaje intelectual se ha desarrollado mucho en este último siglo ya que va de la mano de los avances científicos. Pero hay otros aspectos del ser humano y por tanto otros lenguajes: el lenguaje emocional, el sentimental, el espiritual,…
Para cada aspecto del ser, el lenguaje adquiere matices diferentes. Así con la poesía expresamos sentimientos elevados o pensamientos complejos en envase de esencia. Con el intelectual escribimos las prescripciones de los medicamentos con precisión. Y hay un lenguaje místico para expresar la búsqueda de la divinidad o la unidad o el camino.
Cada uno tiene sus matices y cuánto más los manejemos, mejor entendemos sus recovecos. Mejor nos entendemos.
Y por encima de todo está lo que tu me has enseñado. El amor es el bálsamo que suaviza las aristas. Es el amor lo que propicia comprender en el otro. Solo con el amor escucho nuevos matices que yo no he visto y tu sí. Es el amor que convierte la confusión en nitidez.